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Y cada día, el llanto de un bebé, y cada día, soy un soy un mojón de madre, y cada día, un mañana probaré algo nuevo y se la tomará mejor… Tengo una toalla en mi baño que me resisto a tirar a pesar de estar llena de manchas… Otro texto que compartí en RRSS y por serendipia mi amiga Elo escribió este post tan precioso. Elo ha sido alguien muy especial en mi maternidad, mi primera asesora de LM que acabó siendo amiga y alguien a quien me gustaría parecerme un poquito. Cuando yo empecé el blog lo hice pensando en ser como ella y en como me había acompañado esos años y pensé en que ojalá me pareciera un poquito.

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El otro día no tenía toallas secas y la use para secar a mi bebé pequeña. La pequeña. La bebé. El cansancio. La toalla. La culpa. El miedo. El amor… Es una toalla de esas con capucha que me recuerdan cuando mis hijas mayores eran bebés, pero no la guardo por eso. Es una toalla que me regalo alguien muy especial que llevaba ya muchos años de trayectoria en este lío que es ser madre, pero no la guardo por eso. Es una toalla que me recuerda una de las peores épocas de mi vida, pero no la guardo por eso. Hubo una época en que mi torbellino de rizos no dormía y yo creí volverme loca. Hubo una época en la que tuvo que tomar hierro pues parecía que su anemia agravaba su trastorno de sueño. Hubo una época en la que no funcionaba nada, ni cantar, ni distraer, ni sorprender ni te hago un avión, ni prefieres que te lo dé papá o mamá. Nada. Na-da. Hubo una época en la que escupía esta medicina que le dábamos, la escupía porque era lo que tenía que hacer, y se la dábamos porque lo que teníamos que hacer. Y cada día, le dábamos ese líquido que sabía a rayos, que me recordaba un poco a cuando nació, contaminando ese olor en mi recuerdo.

Cada día, la mancha en la toalla, que no se va con los lavados, y cada día, el llanto de un bebé, y cada día, soy un soy un mojón de madre, y cada día, un mañana probaré algo nuevo y se la tomará mejor. Y son esas manchas lo que me hacen ser hoy la madre que soy. Por eso no he tirado la toalla. Y le puse la toalla vieja y llena de manchas a mi bebé pequeña. Y lloré. Y no fue por las manchas que tenía la toalla, sino por todas las nuevas manchas que añadiríamos. Pero no lloré de pena, ni de culpa, ni de miedo, lloré de gratitud. Porque las manchas son los errores que nos hacen ser mejores, no siempre se puede hacer del todo bien, pero siempre, siempre se puede pensar como hacerlo un poco mejor al día siguiente.

Si hoy no ha sido un buen día, agradece a tu mancha que mañana pueda ser un día mejor. Me escribís y no tengo respuestas, porque la crianza no son matemáticas. Y aunque las tuviera no os las podría dar, porque os estaría privando del privilegio que es encontrarlas, lo orgullosa, feliz y empoderada que te sientes cuando algo funciona, por fin. Un día os dirán «Eres mi mejor mamá», al día siguiente «Te odio» y entre medias habrá un montón de tonos de gris.Mis niñas tienen un libro que termina con que los mejores regalos para hacer a un niño son tiempo y amor. Cuando das tiempo y amor, todo está bien. Si pensáis cada día en como mejorar, lo estáis haciendo bien. Mucho. Infinito. Creetelo. De una vez. Lo estas haciendo bien.

Cada día, la mancha en la toalla, que no se va con los lavados, y cada día, el llanto de un bebé, y cada día, soy un soy un mojón de madre, y cada día, un mañana probaré algo nuevo y se la tomará mejor. Y son esas manchas lo que me hacen ser hoy la madre que soy. Por eso no he tirado la toalla.

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